El 18 de abril se estrenó en los cines el drama histórico «La tierra prometida», basado en la novela «El capitán y Ana Bárbara» (2020) de la escritora danesa Ida Jessen. El año pasado, la película fue nominada al máximo galardón en el Festival de Venecia y también fue candidata a «Oscar» de Dinamarca, sin embargo, no logró colarse entre las cinco nominadas finales. En esta reseña, analizamos cómo queda el firme personaje de Mads Mikkelsen en el contexto de anarquía absoluta de la Dinamarca del siglo XVIII y por qué resulta tan interesante ver su labranza.
una historia fascinante y sin concesiones, en cuyo centro se desarrolla un clásico conflicto de principios; otra excelente interpretación de Mads Mikkelsen; te preocupas sinceramente por el destino de los personajes, es decir, la película funciona a un nivel emocional y empático
duración acrítica de la narración; el antagonista no ofrece ni la más mínima complejidad de carácter, lo que lo hace parecer un poco caricaturesco
«La tierra prometida» / Bastarden
Género drama histórico
Director Nikolaj Arcel
Protagonistas Mads Mikkelsen, Amanda Collin, Simon Bennebjerg, Kristin Kuyt Torp, Gustav Lind
Estreno cines
Año de emisión 2023
Página web IMDb
Dinamarca, 1755. El capitán retirado Ludwig Kahlen, tras un cuarto de siglo de servicio, acude a la Corte Real con una propuesta descabellada. Pide permiso para urbanizar los yermos páramos de Jutlandia, ya que así los colonos podrán establecerse allí, lo que será beneficioso para todos, incluido el rey. Las autoridades se sorprenden y francamente no creen en el éxito de la idea, pero cuando se enteran de que Kalen está dispuesto a financiarlo todo por su cuenta, dan su aprobación con displicencia.
Sin embargo, obtener el permiso de las autoridades resulta ser la tarea más fácil para el capitán. A su llegada, se ve forzado a un duro enfrentamiento con el aristócrata y terrateniente local Friedrich Schinkel, que no ve con buenos ojos que un arrogante forastero con tontas ambiciones agrícolas dirija su propiedad supuestamente privada.
«La tierra prometida» fue dirigida por el director y guionista danés Nikolaj Arcel, cuyo anterior trabajo fue la sufrida adaptación de «La Torre Oscura» de Stephen King. Pero los créditos como guionista de Arcel son mucho mejores: su filmografía incluye, por ejemplo, «La chica del dragón tatuado», gracias a la cual Noomi Rapace obtuvo reconocimiento mundial, o la aclamada por la crítica «Retfærdighedens Ryttere», que también contó con Mads Mikkelsen.
La nueva película del director danés trata sobre la justicia, basándose en las plantillas de una trama dramática tradicional con un conflicto pronunciado, incluso occidental, en su centro. Esto significa que la historia no ofrece sorpresas ni una nueva visión del género, pero no impide que te sumerja poco a poco en los entresijos de la intriga local y elimine cualquier indiferencia hacia los fríos páramos escandinavos.
No se trata sólo del extraordinario carisma de Mads Mikkelsen, uno de los mejores actores de su generación, sino del hecho de que los autores han sabido colocar correctamente el blanco y el negro en el tablero de ajedrez. Es decir, de tal manera que el espectador se centra en lo principal y elige de buen grado el lado obvio cuando aparecen en el camino del protagonista una serie de obstáculos insalvables.
Aquí, si el degenerado terrateniente local no les da la lata, se producirá una repentina helada que amenazará toda la cosecha (la agricultura nunca había sido tan emocionante en la pantalla). Y cuando por fin surja la oportunidad de luchar contra la flagrante injusticia de clase, los prejuicios racistas medievales surgirán de la nada.
«La tierra prometida» está casi desprovista de acción y no ofrece un entretenimiento emocionante en el espíritu de las epopeyas históricas a gran escala. Así que si esperabas batallas majestuosas, es mejor que evites esta película y esperes a la segunda «Gladiador» de Ridley Scott.
En cambio, la narración sin prisas, que presenta mucha estática y poco movimiento, cede todo su espacio a los personajes y sus interacciones. La firmeza y determinación del capitán, perfectamente transmitidas por Mikkelsen, tienen una respuesta sincera por parte del público, lo que permite sentir de verdad el destino del protagonista y su entorno. Por el contrario, el villano es el cruel y algo caricaturesco ricachón Schinkel, que sólo evoca asco y nada más que asco. Los personajes femeninos también desempeñarán un papel importante en el curso de los acontecimientos.
A medida que pasa el tiempo, los métodos de lucha se hacen más radicales, los ojos de Mikkelsen se vuelven más decididos y el conflicto más basado en principios, por lo que no hay lugar para el aburrimiento. La sangre de alguien está destinada a derramarse en la tierra apenas cultivable, y sólo el ganado sacrificado será la salvación en el invierno hambriento y despiadado.
En conjunto, es un poco pesada, pero no por ello menos fascinante, con la mirada infinitamente triste de Mads Mikkelsen encajando a la perfección en el sombrío escenario de los interminables brezales. La determinación obstinada y la arrogancia desdeñosa, la compasión y la crueldad, el bien y el mal caminan en última instancia uno al lado del otro, y estos extremos se utilizan para construir un fuerte drama sobre la eterna confrontación.
Esta expresiva sencillez en blanco y negro es precisamente donde reside el poder de la historia, porque el fan interior del espectador exigirá categóricamente justicia. Y cuando todos reciban lo que se merecen, se acomodará humildemente con una sensación de profunda satisfacción.