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Los smartphones son parásitos de sus dueños, — desde el punto de vista de la teoría evolutiva

Publicado por Oleksandr Fedotkin

Científicos australianos sostienen que los smartphones inteligentes, de los que es difícil prescindir para la inmensa mayoría de los modernos, se han convertido en nuestro principal parásito.

Como señalan Rachel Brown es Directora del Centro de Filosofía de la Ciencia y Profesora Asociada de Filosofía en la Universidad Nacional de Australia, y Rob Brooks es Profesor de Evolución en la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney, los smartphones son parásitos en el tiempo personal de sus propietarios, concentran una parte importante de su atención y utilizan datos personales en interés de empresas tecnológicas y anunciantes.

A lo largo de la historia de la humanidad, piojos, pulgas, as tenias han sido parte integrante de la vida humana. Hoy en día, sin embargo, el principal parásito se ha convertido en un elegante dispositivo llamado smartphone, que es adictivo por su propia naturaleza. Los biólogos definen un parásito como una especie que se beneficia enormemente de una estrecha relación con otra especie — el huésped, mientras que el propio huésped sufre por ello.

Los teléfonos inteligentes han cambiado radicalmente la vida de las personas, haciéndola más fácil por un lado y convirtiendo a muchos en rehenes del interminable desplazamiento por las redes sociales por otro. Usuarios adictos a sus smartphones sufren falta de sueño, los principales motivos son la ruptura de una estrecha relación con la realidad y los trastornos emocionales.

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Los científicos citan el ejemplo de las bacterias del intestino, que sólo pueden existir y multiplicarse allí consumiendo los nutrientes que lo atraviesan. Sin embargo, al hacerlo, estas bacterias refuerzan el sistema inmunitario y mejoran la digestión. Esta relación se denomina mutualismo.

Del mismo modo, la relación entre las personas y los smartphones empezó como mutualismo, pero rápidamente se convirtió en parasitismo. En la naturaleza, esto también ocurre con bastante frecuencia.

Varias aplicaciones populares de teléfonos inteligentes sirven en gran medida a los intereses de empresas fabricantes y anunciantes. Estas aplicaciones empujan a los propietarios de teléfonos inteligentes a comportarse en consecuencia, obligándoles a desplazarse por las redes sociales y otras plataformas en línea, hacer clic en enlaces publicitarios y estar en un estado de indignación constante.

La información sobre el comportamiento de desplazamiento de los usuarios se utiliza para explotar aún más a estas personas. El teléfono puede asista a en seguir una rutina diaria, ayudar a prestar atención al ejercicio o a los seres queridos, pero sólo con el fin de utilizar esta información y adaptarse aún mejor al propietario para manipular su atención de forma aún más eficaz.

Según investigadores australianos, La evolución demuestra que hay dos cosas clave: la capacidad de detectar la explotación cuando se produce y la capacidad de responder a ella. En el caso de los smartphones, esto es mucho más difícil. 

Muchas personas confían en los teléfonos inteligentes para realizar sus tareas cotidianas. En lugar de memorizar hechos por sí mismos, los transfieren a los dispositivos digitales. Esto puede provocar cambios negativos en nuestra cognición y memoria. Dependemos de tener una cámara para capturar los acontecimientos de la vida o simplemente grabar dónde aparcamos el coche. Esto amplía y limita nuestra memoria de los acontecimientos.

Las instituciones públicas y las empresas tecnológicas intentan aumentar aún más la dependencia de los ciudadanos de los teléfonos inteligentes ofreciendo servicios en línea a través de aplicaciones móviles. En cuanto una persona descuelga el teléfono para acceder a cuentas bancarias o servicios públicos, pierde, según investigadores australianos.

Proponen restricciones legislativas a las funciones de las aplicaciones que causan adicción y mayor dependencia. Por ejemplo, en Australia, el gobierno ha prohibido el uso de las redes sociales a los menores. Además, los investigadores piden restricciones a la recogida y venta de datos personales a los anunciantes.

El artículo se publicó en la revista Australasian Journal of Philosophy

Fuente: The Conversation; ZMEScience