
El 1 de mayo se estrenó en los cines la comedia de suspense «Borderline», en la que Ray Nicholson interpreta a un fan obsesivo de la estrella del pop Sofía, interpretada por Samara Weaving. Como señaló la actriz, su imagen se inspiró en Madonna y Britney Spears. En el cartel oficial ucraniano figura la inscripción «De los creadores «Cocaine Bear» y productores «Barbie» y «Saltburn», y antes de verla, uno sólo podía adivinar qué nivel de locura en pantalla le esperaba al público. Pues bien, de eso vamos a hablar en la crítica a continuación.
«Borderline»
Género thriller cómico
Director Jimmy Worden
Protagonistas Samara Weaving, Ray Nicholson, Jimmy Fales, Eric Dane, Alba Baptista, Billy Magnussen, Patrick Cox
Estreno cines
Año de emisión 2025
Página web IMDb
Los Ángeles, años 90. Paul Dewerson, quizá su más ferviente admirador, visita la casa de la mega-popular cantante Sophia. Pero en el umbral del lujoso hogar no se encuentra con el objeto de su adoración, sino con el severo guardaespaldas Bell. Éste intenta cortésmente ahuyentar al intruso, pero es en vano. Seis meses más tarde, Sofía se entera de que Paul se ha escapado del hospital psiquiátrico donde fue ingresado tras su anterior visita. La siguiente no se hace esperar (de hecho, sí lo hace), solo que esta vez el loco acosador ha conseguido cómplices, y ahora está decidido a casarse por fin con su «amada».En 1996, un hombre llamado Robert Dewey Hoskins fue condenado a 10 años de cárcel por por acosar a Madonna y amenazar a la estrella. Según su guardaespaldas, el hombre afirmó que degollaría a la cantante si no se convertía en su esposa. Tras salir de prisión y posteriormente de un hospital psiquiátrico de California, en julio de 2011, Hoskins fue detenido de nuevo y enviado a otro centro médico de Los Ángeles. Al año siguiente, logró escapar, pero finalmente las fuerzas del orden detuvieron al enfermo mental.
Obviamente, a la hora de escribir el guión, Jimmy Worden se inspiró en estos hechos reales, y la rubia de fama mundial fue elegida para el papel protagonista, siguiendo el ejemplo de colega de Paul W.S. Anderson, se llevó a su mujer Samara Weaving. A esta última ya la han llamado «la reina del grito»; me pregunto qué pensará de esto, por ejemplo, Mia Goth.
Después de ver la película de Worden, para quien éste era su debut como director (y otra belleza rubia, Margot Robbie, figura como productora ejecutiva), se corre el riesgo de preguntarse algo así: «qué demonios ha sido eso? Está claro que Worden y todos los implicados intentaban combinar una comedia negra sobre la obsesión con un thriller de allanamiento de morada, pero en realidad han creado algo muy vago y cuestionable.
El problema es que uno empieza a aburrirse en torno al minuto 15, a sorprenderse en sentido negativo en algún punto alrededor del ecuador de la duración, y a escupir hacia arriba hacia el final, cuando el nivel de absurdo alcanza su punto álgido. La reacción ante la película se debe a que sus creadores aún no han decidido por qué apostar y cómo moldear competentemente diferentes elementos de género en algo coherente.
Una escena de apertura bastante emocionante y las subsiguientes payasadas de Ray Nicholson mientras ruedan los créditos iniciales crean el ambiente para una tonta pero divertida locura en pantalla. Sin embargo, no se nos ofrece más que aburrimiento a medida que la presentación de los personajes se alarga, sus diálogos completamente carentes de sentido se vuelven cada vez más molestos, y los intentos de humor, como la aparición de un policía que sueña con convertirse en una estrella musical, no salvan el aburrido conjunto.
Para que te hagas una idea, los personajes de Weaving y Nicholson se encuentran cara a cara alrededor del minuto 40. Es decir, los realizadores se dispersan en algunas líneas argumentales innecesarias, como la familia de Bell, por lo que la mayor parte de lo que ha sucedido hasta ahora puede saltarse sin problemas. Y este encuentro en sí apenas merece nada realmente emocionante.
El traslado de los acontecimientos a los años 90 tampoco parece muy razonable, ya que este factor prácticamente no influye en nada. A menos que Worden quisiera referirse a los resonantes acontecimientos de aquella época, que también desafiaron los roles de género establecidos.
En una de las escenas, veremos un puzzle dedicado a la época actual de la comedia «Junior» (1994). También conocemos al amigo de Sophia, el jugador profesional de baloncesto Rhodes — una especie de alusión a Dennis Rodman, quien, por cierto, tuvo un breve romance con Madonna en el mismo año, 1994. En «Junior», si recuerdan, Schwarzenegger tuvo que quedarse embarazada, y aquí tenemos a una estrella local de la NBA paseándose vestida de novia, cómo hizo Rodman en la presentación de su autobiografía en 1996.
Es imposible no fijarse en el intento de Worden de jugar con el estilo: tonos rojos parpadean aquí y allá en el encuadre, señalando peligro o incluso consecuencias sangrientas; el reflejo de Paul en un espejo roto es revelador; constantemente suenan éxitos de una época pasada — la interpretación conjunta del éxito de Celine Dion «It’s All Coming Back to Me Now» por Samara Weaving y Alba Baptista es especialmente memorable. Es una pena que nada de esto haga que el tambaleante guión sea más sólido o que la película — sea más interesante.
Ray Nicholson ha estado pasando un buen momento, pero después de su reciente «Novocaína» corre el riesgo de convertirse en rehén de una sola imagen. Samara Weaving, por su parte, está marcada por una contención estable, que nos hace indiferentes a su personaje. Alba Baptista y Jimmy Fales, en cambio, encajan orgánicamente en la narración, pero esto tiene poco efecto.
Evidentemente, todo esto es una clara provocación de Worden, lo que no niega el hecho de que el ambicioso debutante intente hacer pasar su película por algo más ingenioso, inventivo y elegante de lo que realmente es.
Detrás de todos los primeros planos de las muecas de Ray Nicholson, las insoportables payasadas del cómplice drogado de Paul y el humor negro (para ser justos, algunos de los chistes, aunque absurdos, son realmente divertidos), hay un lío de tono y contenido. Probablemente por eso, en los créditos finales, como Paul Dewerson, no puedes decidir si reír a carcajadas o llorar a lágrima viva.
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